Monday, June 07, 2010


"Un sabado de Energía"
Un ajetreado sábado, primero temprano en la mañana en mi práctica habitual de Aikido todo fue como siempre ha sido, una caja de sorpresas, nunca sabes que te depara la clase hasta que ya estas en ella. Técnicas iban y técnicas venían, cada una parecía la continuación lógica a la anterior. De pronto en una proyección mi cabeza chocó con algo, nunca supe que fue hasta tiempo después, había chocado contra un compañero que también había sido proyectado pero en mi trayectoria. El golpe de mi cabeza contra su cintura fue como el de un ariete contra los grandes portones de una fortaleza. Mi cuello sonó y no sabia donde estaba por unos segundos. El dolor fue rápido pero a la vez momentáneo. Mi sensei se acerco y tomando mi cabeza por el cuello la haló hacia arriba y sentí como los huesitos del cuello sonaron, luego hizo girar mi cuello hacia los lados acompañado de más sonidos de “ajuste” y ya podía moverlo de nuevo.

Me hicieron descansar a un lado mientras seguían con la práctica, en mí había ganas de pararme y seguir de inmediato, pero volví a ver frente a mí, ese miedo que había olvidado, ese temor a la lesión y que había retrasado mi avance por meses. Sentado a mí lado solo se dignaba a tomarme por el hombro y susurrarme augurios de más dolor y más lesiones. Mis ojos estaban fijos en el resto de mis compañeros y como continuaban con la clase. Sabía que había riesgos, como todo en la vida “¡rayos!” Pensé mientras sentía un sudor frío bajar por mis espaldas “¡no te voy a permitir que ganes, no más! “Ya mucho he perdido por culpa tuya” me puse de pié y me ofrecí a ser quien realizara la técnica ante dos compañeros más. Podía sentir sus garras aferrándose a mis pies, gritándome que me volviera a sentar, que me haría daño si comenzaba tan pronto…de pronto sus gritos se apagaron, ya no estaba más ahí, se había ido.

Continué el resto de la clase sin mayores problemas, sentía que había vencido, me sentía mejor. Sentía que ya estaba bueno de tener miedo…tenia que avanzar y dejar atrás esa costumbre de huir de las cosas por el daño que “podría” sufrir. Como hijo único y muy débil por ser hijo prematuro fui sobreprotegido al máximo por mis padres, siempre evitaban que sufriera algún daño, siempre escapaba de los problemas, siempre huía de cualquier cosa riesgosa, me acostumbre a decir “si” o “si, tienes razón” para evitar posibles conflictos o daños a mi persona. Muy pocas veces me he arriesgado, siempre tanteando las cosas y evaluando sus posibles efectos negativos pero ahora me he fijado que también debí evaluar los aspectos positivos que podrían salir de una acción arrojada. ¿Cuántas cosas agradables podrían haberse generado si no hubiese sido victima del temor?
Bueno, siguiendo con los eventos del sábado recién pasado, en la tarde junto a unos compañeros del dojo fuimos a un seminario impartido por un sensei brasileño quien hablaba de los movimientos en espiral hacia arriba y hacia abajo para ejecutar las técnicas, fue especial estar ahí, el nivel de convivencia y camaradería era increíble, no había personas que se creyeran superiores, todos éramos uno, el Aikido nos unía y nos hacia como miembros de una gran familia y como dijo un amigo “ el lugar estaba impregnado del espíritu del Aikido” que gran verdad. No existía agresión, ni frustración en sus rostros, todos sonreían y seguían las direcciones del sensei con mucho entusiasmo y ahínco. Yo que fui solo a mirar y filmar el seminario tenia unas ganas locas de sacarme mis zapatillas y entrar a practicar con todos ellos, formando parte de esa rica armonía y dar y recibir energías y girar alrededor como en un eterno torbellino de luz.
La noche cayó sobre nosotros y más que conformes nos retiramos y mientras la dama vestida de terciopelo azul terminaba de cubrir con su manto el cielo, solo llegamos a evaluaciones muy positivas del día y nos ayudo a reafirmar nuestro compromiso con el aikido. Como el agua que te envuelve y te mueve por completo, el aikido nos abraza y nos mueve a nuevas etapas en la vida.

1 comment:

(F) Erika said...

No te olvides de contagiarme tu energía. Y felicitaciones por haberte levantado, porque la vida continua, a pesar de aquellas voces invisibles.
un beso