Mientras los pinos se cimbran con el viento de tormenta que se aproxima puedo ver en tus ojos historias sin contar, canciones sin escribir anhelos sin cumplir. Te alejas de mi lado y siento esa perdida, es como un frio que se apodera de uno de mis costados, el peso de tu ausencia aplasta mis sentidos, te fuiste y yo me quede en silencio.
Por mi ventana veo los amplios campos de nogales, secos y estériles, albergando en su interior el verdor de la primavera, un regalo a futuro para tus ojos y los míos. Juntos vimos las ultimas hojas amarillas del nogal caer al suelo y al día siguiente verlo como un esqueleto, un recuerdo de lo que fue en días de verano, ahora yacía dormido y frio.
Te invitaría a caminar por ese campo de nogales y recoger alguna que otra nuez que olvidaron llevarse los recolectores. Tomarla entre tus manos y darle un sentido y un nombre. El crepitar de las hojas bajo nuestros pies parece el sonido de papel celofán o de envoltorio de regalos. En mi silencio se ahogan mil palabras, cual de todas mas ansiosa de conocerte y saludarte. Pero se agolpan en mi garganta y colapsan deslizándose de vuelta en mi interior.
Palabras, tan fáciles de dejar registradas en un papel pero tan difíciles de decir frente a frente. Sigo mirando por la ventana, ya llegó la lluvia y con ella la oscuridad, los nogales están empapados y brillan con cada fugaz destello de luz que les llega. Sigo aquí mirando un paisaje sin cordillera solo nubes, viento y lluvia.
